En medio de todo esto me encuentro yo (como muchos, incluso vos que me leés, y creo que solo gente así me lee), lleno de otra convicción política, y que apuesto por otra manera de vivir en este planeta, en medio de este país, con otra actitud para ser ciudadano… aclaro que no es que estoy lanzando mi propuesta para que los demás puedan vivir mejor (como si lo mío fuera lo mejor) es mi manera de vivir, de creer y si mi voz es escuchada ¡que bien!
Desde el día en que somos bautizados quedamos, con carácter indeleble, marcados como hijos de Dios, es decir, desde ese momento pasamos a ser miembros del pueblo cristiano, miembros de lo que Jesús vino a crear y que inició… por ello el cristiano siempre debe tener en perspectiva que su auténtica morada es el cielo, que es también la de su Salvador. Esto no implica una despreocupación por las tareas terrenas, fuera de ello, el cristiano mas bien debe de dar señales de su existencia y razones de su fe en este mundo no solo con su creencia, sino (y con mas fuerza) con sus obras, pero (siempre hay un pero) el cristiano nunca podrá perder de vista que es un “peregrino en la tierra”...
"Nosotros somos ciudadanos del cielo", por la unión con Cristo, el cristiano ya ha alcanzado otro nivel: está donde está Cristo. Una vez estaba yo con un grupo de jóvenes y de alguna manera les compartía esta idea, mientras cantábamos, uno de los chicos sonreía y sonreía, al terminar de cantar le pedimos que nos compartiera el motivo de su alegría y nos dijo (muy a lo Les Luthiers): “ya entendí, soy ciudadano del cielo”, y todos nos reíamos con él… es que ser ciudadano del cielo nos da alegría, una alegría que no es de este mundo, el darse cuenta uno que pertenece al Reino es una alegría arrebatadora… entonces yo me aproveché de esa moción del Espíritu Santo y les lancé dos preguntas a los chicos…
1) ¿y a ustedes les causa verdadera alegría saber que son ciudadanos del Reino?
2) ¿y a ustedes les causa verdadera alegría pertenecer a la Iglesia Católica?
2) ¿y a ustedes les causa verdadera alegría pertenecer a la Iglesia Católica?
Esta “nueva ciudadanía” no se logra por el cumplimiento de los preceptos de la Ley -Pablo les da una dimensión sólo humana-, sino por la incorporación transformadora con Cristo resucitado (cf. 1 Co 15,47-55), y yo añadiría que también comprometiéndose con la transformación del mundo.