PLAN DE LECTURA BÍBLICA CATÓLICA
(Evangelios y Hechos de los Apóstoles)
Paz y bien, en el contexto del mes de la Biblia, te quiero hacer una invitación a leer por 7 semanas el segmento de los Evangelio y Hechos de los Apóstoles.
¡Este es el momento en que vos podés leer la Palabra de Dios, por medio de este plan de lectura!
Lean las Escrituras porque ellas son “las que dan testimonio de mí” (cf. San Juan 5,39).
La propuesta es comenzar con Jesús. Él es el centro de la Biblia. El Antiguo Testamento nos conduce a Él; y el Nuevo Testamento se centra en Él, porque Cristo es la Buena Nueva de Dios Padre para nosotros.
“Dios pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo, y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre (cf. Lc 22,20; 1Cor 11,25), no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la predicación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el NuevoTestamento (cf. Mt 5,17; Lc 24,27; Rom 16,25-26), ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo”.
San Agustín
Por lo tanto, la manera más fácil de comprender la Biblia es comenzar con Jesús, quien es la plenitud de la Revelación (cf. Heb 1,1-3). La Biblia es una colección de libros, ¡73 libros!, escritos por autores distintos, por ello necesitamos ayuda para recorrerla sin perdernos (cf. 2 P 1,12-18). Por eso un “Plan de Lectura” debe ayudar indicando el pasaje a leer cada día, y de esta manera guiar en la vida personal y comunitaria.
Ahora bien no pierdas de vista que como Palabra de Dios que es, pasa a ser un “lugar de oración y de encuentro con el Señor”, a través de la Palabra le escuchas y en tu oración le respondes, por lo tanto, no conviene sentarse a leer como cualquier libro, para nosotros es nuestro “LIBRO SAGRADO” que requiere de una previa preparación espiritual, sencilla pero con devoción:
Hacer oración antes de la lectura, pidiéndole al Espíritu Santo para que ilumine la mente y el corazón.
Proceder con la lectura del texto bíblico, con mucha calma, sin buscar encontrar cosas ocultas, sino buscando la voz del Señor.
Terminar con una pequeña oración, para que esa Palabra germine y crezca en el corazón.